Joan Margarit
Del prólogo de Aiguaforts, 1995
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La maduració sentimental, el que ens fa valuosos com a persones i que ens dóna la possibilitat de millorar amb el pas del temps, és la incidència de cada nou sentiment en la memòria dels altres, formant un teixit cada vegada més complex i delicat, sempre sotmès al perill de ser destruït parcialment -en ocasions terribles d'una manera total- per la incorporació de les infinites variacions que la vida no deixa mai d'introduir en les seves íntimes estructures. Faig servir l'adjectiu delicat en referir-me a aquesta memòria sentimental que és el nucli del nostre ser afectiu i moral, cosa que connecta amb les conegudes expressions col.loquials que parlen de la "delicadesa dels sentiments". Tots som conscients de la feblesa d'aquesta estructura, de com és de vulnerable i de com, en canvi, constitueix la nostra única riquesa. És un territori on la intensitat no té res a veure amb la violència: fins i tot la vulgaritat, a l'hora d'expressar un sentiment, pot destruir aquest mateix sentiment. Per aixó res més difícil que posar-los al descobert: tan difícil com dir la veritat. "Digues la veritat", "digues què et passa" són sol·licituds que les dones i els homes no parem de fer-nos i que queden gairebé sempre sense resposta. Copsar un sentiment que algú ens mostra amb brutalitat és empobridor. Copsar un sentiment que algú ens mostra amb un excés de precaució pot generar indiferència. La qüestió és com assignar al mot delicadesa la seva justa intensitat en cada moment.
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La maduración sentimental, lo que nos hace valiosos como personas y lo que nos da la posibilidad de mejorar con el paso del tiempo, es la incidencia de cada nuevo sentimiento en la memoria de los otros, formando un tejido cada vez más complejo y delicado, siempre sometido al peligro de ser parcialmente destruido -en ocasiones terribles de un modo total- por la incorporacció de las infinitas variaciones que la vida no deja nunca de introducir en sus íntimas estructuras. Utilizo el adjetivo delicado al referirme a esta memoria sentimental que es el núcleo de nuestro ser afectivo y moral, lo que conecta con las conocidas expresiones coloquiales que hablan de la "delicadeza de sentimientos". Todos somos conscientes de la debilidad de esta estructura, de hasta que punto es vulnerable y de como, en cambio, constituye nuestra única riqueza. Es un territorio donde la intensidad no tiene nada que ver con la violencia: incluso la vulgaridad, en el momento de expresar un sentimiento, puede destruir este mismo sentimiento. Por ello nada más difícil que ponerlos al descubierto: tan difícil como decir la verdad. "Dime la verdad", "dime que te pasa" son solicitudes que las mujeres y los hombres nos hacemos continuamente y que casi siempre quedan sin respuesta. Captar un sentimiento que alguien nos muestra con brutalidad es empobrecedor. Captar un sentimiento que alguien nos muestra con un exceso de precaución puede generar indiferencia. La cuestión es como asignar al término delicadeza su justa intensidad en cada momento.
(La traducción es mía, Margarit me perdonará, sólo tengo Aiguaforts en la edición de Columna en catalán)
Las ilustraciones son de Edmund du Lac
Joan Margarit es uno de mis poetas preferidos. Este fragmento del prólogo de Aiguaforts, me impactó desde la primera vez que lo leí y me sigue pareciendo sublime, un texto imprescindible, de cabecera, uno de esos textos a los que regreso una y otra vez. Quizá me gusta tanto porque habla de la experiencia sentimental de un modo iluminador, comprendo de qué me habla, conozco esa red de palpitaciones y humo que nos constituye y nos sostiene, tan vulnerable pero que resulta ser la estructura necesaria, la base a la cual vamos engarzando las nuevas vivencias y a partir de la que interpretamos emociones y sentimientos.
Y comprendo también el concepto de "delicadeza" en la expresión de los sentimientos del modo en que refiere Margarit, a menudo le doy vueltas a la importancia de escoger adecuadamente las palabras justas para intentar expresarlos de modo que el otro pueda recibirlos: ni con excesiva rudeza ni sin llegar a darles la intensidad necesaria.
Comprender lo que sentimos y cazar las palabras adecuadas para expresarlo resulta en ocasiones difícil, o nos da pereza..., tal vez preferimos acomodarnos en aquello de: "es que a mí no se me da bien hablar de esos temas". Aunque, probablemente, pocos esfuerzos merezcan tanto la pena, ¿o no?.
Adoro a Margarit (con el que me cruzo a menudo por este pueblo en el que vivimos los dos… y que tanto tiene que ver con la casa desde donde escribo) y sé que es una persona extraordinaria, además de un gran poeta y un magnífico arquitecto. Créeme si te digo que si alguien está autorizado para hablar de "delicadeza de sentimientos" es él. Aunque este bonito post sólo sirviese para difundir algo más su obra (no todo lo conocida que se merece, a pesar de tener el Premio Nacional de Poesía) ya valdría la pena que lo escribieses.
ResponderEliminarYa sabes lo que opino de tus entradas en este blog, son intensas... y acertadas, justo hoy nos recuerdas a uno de los mejores. Enhorabuena, ¡has vuelto a dar en el clavo! (por lo menos en el mío :-D).
Un abrazo.