15/2/09

Alcohol y vanidad según Plà


Los textos son una traducción aficionada del Quadern Gris de Josep Plà.

"5 de junio. Elimino, con desagradables dificultades, una borrachera de pernod. Me hago el enfermo ante la familia. Mi madre -que lo entiende todo- hace la vista gorda. Paso horas y horas con una cabeza de plomo, la boca seca como cuero, con vaharadas intermitentes, como si me saliera humo de la piel de la cara y el cuerpo. Me levanto a las seis y media de la tarde. Sensación de ser como de cartón. ¡Ah, Dios mío! El vicio es amargo. La virtud es dulce y agradable. El alcohol me hace mucho daño...¡pero tengo tanta sed!. Además me acerco al alcohol con una especie de ilusión que me secuestra. Esta ilusión va ligada a un deseo irrefrenable de vehemencia y aturdimiento. Sentirse lleno, tirante, lúcido, ¡como si el cuerpo y el espíritu os hubiesen crecido desmesuradamente! El espíritu se me hace cómplice de la ilusión y me lleva a creer que la vehemencia es higiénica y necesaria. Por un duro (veinte miserables reales) se pueden tener cuatro pernods auténticos (Pernod Fils) helados, deliciosos, exquisitos, y estar dominado por un remolino dionisíaco siete u ocho horas. En la conversación este estado os da una facilidad de réplica y de observación aguda y brillante. El alcohol excita los reflejos mentales del cinismo. Notáis que la gente os escucha, que a veces se ríe, que os sigue con los ojos. Para la vanidad humana, para la propia vanidad, no hay nada tan estupefaciente ni tan satisfactorio como sentirse escuchado, como tener un público aparente o realmente atento. A medida que la vanidad se va saturando, sentís que la sed aumenta. Entráis en el horrible engranaje de la presunción y la sed... Esta alternancia de deseos dura lo que dura. Pero finalmente se produce la rotura, el crac, es decir, la asfixia producida por una enorme fatiga física. Después de la irisada euforia de las venas infladas y el corazón galopante sentís en las vísceras un gran vacío interno, con una rotura de huesos, un desfibramiento del cuerpo y la inmersión en una tristeza inexplicable, inmensa, horrible. (...)



6 de junio. El alcohol: en una "Instantánea" de Josep Ferrer, encuentro este curioso párrafo: La embriaguez por alcohol vuelve espléndidos a los avariciosos, da ingenio a los ignorantes; convierte a los egoístas en generosos; hace dilapidadores a los de techo bajo, buenos a los malos. El hombre más bobo, el más lerdo, el pedante integral es capaz, a través del alcohol, de un gesto generoso -de un gesto que en estado normal es literalmente imposible atribuirle. El aspecto de nuestra personalidad que la intoxicación alcohólica subraya y hace emerger es el más excelente -desde el punto de vista del candor moral. Dentro de cada uno de nosotros, pues, hay otro yo -otro yo más bueno- ya que el alcohol hace también que el hombre se vuelva más bueno.*"

Bien mirado, quizá solo hay otra fuerza capaz de producir los mismos efectos que Ferrer atribuye a la intoxicación alcohólica: es el ejercicio de la vanidad personal. El hombre (o la mujer) que no puede satisfacer su misterioso deseo de vanidad se vuelve triste, duro, malvado, resentido -y esto en cualquier grado en que el ejercicio de la vanidad pueda producirse. El hombre (o la mujer) que ve satisfecha su ansia de vanidad se esponja, se le licúa el siempre durísimo cristal de resentimiento potencial que llevamos dentro y es capaz de sentir una cierta ternura -tampoco mucha, apenas la que permite el sentido del ridículo.

Una sociedad de presuntuosos es plausiblemente concebible; una sociedad de humildes seria inhabitable y peligrosísima."**


Notas de la traductora:

* El tal Ferrer debía estar bien bebido y candoroso al escribir esto... Disiento, creo que el alcohol lo mismo nos saca lo mejor que lo más peor de lo malo, depende de las mezclas, las lunas y otros imponderables.

** Las negrillas son mías. Este párrafo siempre me ha parecido magnífico, pura sabiduría concentrada.

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