Detalle de la Santa Lucía de Domenico Beccafumi, Pinacoteca Nazionale di Siena.
Siempre he pensado que si por azares de la vida me tuviera que ir a vivir a un país nórdico, en apenas un invierno me ponía depresiva total y mis amigos me tendrian que ir a recoger con una cuchara.
Me encanta vivir aquí. Claro, por supuesto que me gusta el estilo de vida mediterráneo, nuestro modo de ser, el trajín de la gente en la calle, las cervezas en una terraza, las mandarinas, los pimientos rojos, el aceite de oliva y el pescaíto, pero creo que además de por esos extras tan agradables, me gusta vivir en estas latitudes por la luz.
Servidora resulta que nació en uno de los días más largos del año y no sé si por ello o por otros motivos tengo una necesidad orgánica de fotones. Necesito hacer la fotosíntesis y si me dejan sin luz me mustio como un geranio en un sótano.
El otoño está bien con sus días recogidos, sus grosellas, sus setas y castañas, pero me suelen bajar el ánimo estos días tan cortos de noviembre y diciembre (y detesto el cambio horario que de repente nos deja sin tardes). Por eso celebro la llegada del día de Santa Lucía, que simbólicamente marca el inicio del retorno de la luz. .
Santa Lucía de Francesco Zaganelli (principios de s.XVI)
Santiago de la Vorágine en su Leyenda Dorada, inicia así el capítulo dedicado a Lucía:
Lucía viene de luz. La luz es bella de por sí y bella resulta a los ojos que la contemplan. La luz por su misma naturaleza, dice acertadamente Ambrosio, está ordenada al deleite de la vista. La luz se refleja en los objetos sin que se le pegue nada de ellos, y aunque se ponga en contacto con las cosas más inmundas no se contagia de su suciedad.
Y luego narra extensamente la historia que en resumen viene a ser:
Lucía fue en peregrinación a la tumba de Santa Águeda con su madre Eutiquia, que se hallaba muy enferma de hemorragias, y que curó milagrosamente gracias a la fe de Lucía en los poderes de la santa. Lucía decide entregarse entonces a una vida de religión, virginidad y sacrificio.
Ya de regreso a Siracusa madre e hija empiezan a repartir su patrimonio entre los pobres. Despechado por el rechazo de Lucía, su pretendiente la denuncia como cristiana ante el cónsul Pascasio. Durante el interrogatorio al cónsul acaba por picarle la seguridad en sí misma que demuestra la muchacha que, como si hubiese oído el "Nadie puede hacerte sentir inferior sin tu permiso" de los labios de la mismísima Eleonor Roosevelt, resiste gallardamente a la autoridad y a las amenazas.
Ante las acusaciones de Pascasio ella responde cosas como que “Cuantos viven limpiamente son templos del divino Espíritu”. Para darle un escarmiento y mancillar ese cuerpo tan limpio, la condena a ser llevada a un lupanar pero, oh, sorpresa, nadie consigue moverla, ni siquiera tirando de ella una recua de bueyes. Después de esto le aplican diversos tormentos de los que resulta milagrosa e irritantemente ilesa, hasta que finalmente muere cuando ya enfurecidos los amigos del cónsul le atraviesan la garganta con una espada.
Al parecer se propagó una leyenda según la cual mientras torturaban a Lucía le arrancaron los ojos, pero ella siguió viendo. Según otra versión, ella misma se los habría arrancado y los habría enviado en un plato a su pretendiente, pero la Virgen se los habría hecho reponer con otros dos ojos aún más bellos y luminosos.
No son muy habituales las representaciones de su martirio, sino que tradicionalmente se la suele presentar serena y triunfante, con la palma del martirio o la espada en la mano, y con los dos ojos sobre una copa o una bandeja como atributo más característico. Es por ello que se le ha convertido en la santa contra los males de la vista y en patrona de sastres y modistas, niños enfermos, ciegos, electricistas, choferes, afiladores, cortadores y escritores.
Detalle de la Santa Lucía de Francesco del Cossa, 1470.
Preámbulo de la navidad, en la fiesta de Santa Lucía se ha cristalizado una larga tradición pagana de celebración del renacimiento del mito solar, aunque en el hemisferio norte el solsticio de invierno es el día 21 de diciembre el día de Santa Lucía sigue siendo el 13, que en el calendario juliano coincidía con el día más corto del año.
No me resulta sorprendente que los pobres suecos y finlandeses celebraran desde siempre con rituales mágicos el cambio en el curso del sol y encendieran velas y hogueras para simbolizar ese ansiado regreso de la luz y la esperanza en el renacer de la vida.
Al contrario que otras tradiciones ajenas que lamento que se infiltren en nuestra iconografía (halloween, por ejemplo) ,la manera sueca de celebrar Santa Lucía, mira por donde, me parece muy hermosa.
Eso era amor
ResponderEliminarLe comenté:
-Me entusiasman tus ojos.
Y ella dijo:
-¿Te gustan solos o con rimel?
-Grandes,
respondí sin dudar.
Y también sin dudar
me los dejó en un plato y se fue a tientas.
Es de Ángel González
Gracias por la visita y el comentario Marga, Ángel González es uno de mis poetas preferidos.
ResponderEliminarLuminosa noche para ti hoy.