2/3/09

perfiles públicos, privados, mentiras, facetas...

Por cuestiones de trabajo, por posts aquí y allá sobre el tema, hace días que vengo dándole vueltas a lo de los perfiles públicos, la identidad digital y la identidad personal. Tenemos nuevos medios que nos ofrecen nuevas posibilidades y nuevos peligros, podemos estar en contacto con mucha gente y tener visibilidad, pero... ¿qué le mostramos a quien?.


Apuntaba Sergio Rodríguez, en El Mundo:
Antes de las redes sociales -Facebook nació en 2004, MySpace un año antes y Tuenti en 2006- el anonimato reinaba en internet. Los internautas se escondían detrás de un nick y en contadas ocasiones facilitaban más detalles sobre su identidad. Ahora eso ha cambiado y los perfiles de los usuarios rebosan de datos personales: hay que ser real.

Ya no andamos escondidos detrás de alias -vale que en el mundo mundial psicópatas haberlos haylos y conviene mantener una cierta prudencia, vale que hay que recordar que estamos colgando cosas en un lugar público y tenemos que repensar qué contenidos exponemos-, pero si algún sentido tiene esto de la web 2.0 es que podemos comunicarnos y encontrar semejantes. Por fin es posible buscar a los miembros de nuestra tribu aunque estén dispersos. Y para eso hay que dar la cara, participar, y hacerlo de una forma honesta.

Todas las fotos son de Myoung Ho Lee, a quien descubrí via los sueños de la razón


He ido tropezando con varias dudas desde que se me ocurrió empezar a publicar un blog, y más aún cuando me lié con lo del feisbuc. Menuda disyuntiva: amigos, familia, colegas profesionales... como no tenía nada claro se me ha montado un barullo del demonio: todas las yos que soy y puedo ser se me han mezclado, ando hecha un lío.

Vamos a ver: Amigos, lo que se dice amigos del alma, uno llega a tener, con el tiempo e incluso siendo afortunado, unos pocos. Digamos contables con los dedos de una mano. O de las dos. Dedos de manos y pies si eres alguien muy encantador y sociable.
Ante esos Amigos se puede ser a lo largo y a lo ancho: nos conocen, nos toleran, nos miran con ternura, nos recogen cuando tropezamos y les gusta vernos crecer.

Aparte de esos pocos Amigos de "los buenos de verdad", tenemos amigos en otros variados niveles de amistad: amigos por afinidad temática, por frecuencia de roce, amigos ocasionales o en áreas específicas. También están los conocidos que ya son bastantes más y luego un montón de "saludados".

Además está la gente de tu entorno familiar, profesional o relacionada con tus intereses y aficiones, personas con las que puedes tener mucho trato e incluso gran simpatía, que te pueden resultar muy estimulantes, pero que no son amigos tuyos.

Con cada uno de esos grupos desarrollamos facetas distintas, aspectos de nosotros mismos, de lo que podríamos llamar "nuestra identidad", que siempre es compleja y fragmentaria.
En realidad no sé qué es la identidad esta de la que hablo, pero en cualquier caso debe parecerse a algo así como un puzzle de muchas piezas.

Y he aquí que llegó internet y ya cualquiera puede saber dónde vives, o que tienes un montón de multas de tráfico, llegan las redes sociales y se sabe qué haces y dónde has trabajado. Descubres que aunque tú no quieras estar en internet alguien te cuelga y te etiqueta en su álbum de fotos y los amigos de tu amigo cuando no toda la red se enteran de que SÍ estuviste en aquella fiesta y que acabaste ASÍ de mal.
Vean la estupenda entrada de Yoriento sobre este tema y algunas curiosas anécdotas al respecto.

Estamos en la red, estamos con la identidad digital que nos vayamos elaborando nosotros mismos o porque nos ponen y aparecemos. De repente te encuentras que el montaje facetil de tu identidad "presencial" tiene que convivir con esa nueva" identidad digital" mucho menos controlable y a la que cualquiera puede acceder muy fácilmente: tu amigo del alma, tu jefe y su mujer, tu portera y esa amiga de la infancia a la que apenas recuerdas o a la que, francamente, preferirías olvidar.





Mi hijo es adolescente. A los 16 años uno apenas empieza a explorar el mundo, a tener ideas propias y a construirse una identidad. Me encanta hablar con él y lo hacemos largo y tendido sobre un montón de cosas: es inteligente, divertido y reflexivo, me sorprende continuamente y aprendo mucho de él.
Pero siempre es muy reservado acerca de sus asuntos personales. Ni loco me añadiría como amiga a su facebook o me daría la dirección de su fotolog... La suya es una identidad aún muy tierna, llena de tanteos, inseguridades y culpas... necesita desarrollarla y mantenerla oculta a su madre. Me parece natural, y muy sano. Su identidad de "hijo" y su identidad de "colega" de sus amigos son, hoy por hoy, incompatibles.

Mi sobrino, a sus 19 años, ya es un joven impresionante. Me sentía orgullosa de él antes, pero su post sobre los yonkis de la mentira me ha dejado pasmada. Max está reflexionando sobre las facetas, sobre nuestras múltiples identidades y sobre lo que cuesta sostenerlas cuando, además, no son naturales sino falseadas, sobre el coste energético de mentir:

He dejado de mentir.
Sí, lo he dejado. Y siento que se ha aligerado en gran medida mi carga.
El hecho de no tener que preocuparse por lo que se ha dicho en un momento u otro, en unas determinadas circunstancias a unas personas en concreto e intentar que los argumentos cuadren en todo momento para no levantar sospechas, le libera a uno de muchas preocupaciones. Ayuda a encontrar los propios motivos para vivir.


Yo miento mal y soy perezosa, mis distintas personalidades son las que son porque me dibujaron así y porque no quiero ni puedo gastar energía en abrillantar oropeles. Quiero decir que no suelo mentir más a los otros de lo que me miento a mi misma. Pero tengo zonas ocultas.
Soy inquieta y diversa, me muevo fluidamente de una a otra faceta... o hasta ahora me funcionaba el sistema porque esos distintos aspectos de mi vida se mantenían separados. Y ahí me lié con el facebook.

Me imaginaba que lo del feisbuc me facilitaría estar en contacto con mis amigos, -sí, podéis llamarme cándida- pero resulta que la mayor parte de mis mejores amigos son de la rama reticentes y no están.

Entretanto se me ha aparecido familia, conocidos que apenas te hablan cara a cara pero que inexplicablemente te añaden como "amiga" en el invento... y gente a la que había perdido el contacto y que de entrada me hizo ilusión: anda, mira, ¡pero cuanto tiempo!. Una va y los acepta como amigos sin tener en cuenta que si hace un montón de tiempo que no estás en contacto con alguien... por algo será.

Y por otro lado se me ha ido mezclando la cosa con gente que me interesa, que me gusta, con la que tal vez comparto intensamente alguna de mis facetas... pero que nada sabe ni tendría porqué saber de las otras.

Tal vez es que al carecer de un planteamiento inicial he ido improvisando y eso resulta poco funcional. Pero sobre la marcha se aprende.

Ahora me estoy dando cuenta de que es mejor preguntarse antes qué quieres hacer ahí, y en función de la respuesta te orientas al rollo familiar, o al de los Amigos, o a coleccionar conocidos y saludados, o al profesional.

Porque cuando empiezas a mezclar a las primas con el colega de la oficina y los amigos perdidos de la infancia... acabas lleno de dudas existenciales, se te plantean serias cuestiones acerca de tu propia identidad. ¿Quien soy yo y qué puedo/quiero decirle a esta gente?, ¿a todos ellos a la vez?, si no soy ninguna de las que cada uno de ellos conoce sino, tal vez, una suma de todas ellas.

Uno nunca sabe qué es lo que muestra de sí mismo, en general solemos dar -o los otros intuyen sobre nosotros- más información de la que sospechamos.
Este efecto se amplifica en la red, pues aunque se procure gestionarlo, aunque cada parte de los contenidos que vas publicando no resulte muy significativa por sí misma , la combinación de muchas piezas (tu red, tu blog, los comentarios que dejas aquí y allá, tu facebook, lo que otros puedan escribir o mostrar sobre ti, tus fotos, tu música, etc...) sí acaba por decir mucho de ti.




En la interacción personal cara a cara uno se ajusta a su interlocutor, no nos mostramos igual a la familia que a los amigos que a los compañeros de trabajo. La "identidad digital" es la que es, una y compleja, pero la misma para cualquiera, porque cada vez está todo más interelacionado (alguien que tiene tu email puede localizarte en un montón de servicios).

Sin la red y las redes sociales yo jamás me hubiera tenido que plantear si me iba a gustar o disgustar que la gente de mi pueblo que me conoce principalmente por ser la hija de mis padres supiera de mi interés por la poesía. Tal vez hubiera preferido no darme a conocer en ciertos aspectos a éste o a aquél, y la amiga que conocí en el grupo de dejar de fumar no hubiera llegado a saber porqué leo a Poe. No puedo negar que, de entrada, esta exposición a tutiplén me causaba una cierta incomodidad.

Pero precisamente en virtud de esta mezcla de ámbitos y facetas puede que el colega experto en nuevas tecnologías a quien únicamente conozco en versión trajecorbata acabe triunfando en una cena casera con mi receta de brownie...
Gracias a esta permeabilidad tenemos oportunidad de conocernos de un modo menos encorsetado, más -discúlpenme lo demodé de la expresión- auténtico.

El caso es que he decidido tirar por el camino de enmedio: señoras y señores, va a resultar que yo aún no sé la que soy, pero pueden mirar mientras sigo buscándome. Si les aburre cierren la ventana.

Tal vez en eso consista la madurez: en dejar de tener reservas y compartimentos estancos, en conciliar las facetas y sacarlas a la luz, en asumirse, en comprender que ese revoltijo, sea como sea, debe ser algo así como "la identidad", la real y la digital.



Leer más:

Privacidad e identidad, jesusfdezblog
Soy un principiante, David Sánchez
Ya casi somos cyborgs, Dolors Reig
Identidad digital, en Entelequia


1 comentario:

  1. un saludo, es un tema interesante, anoto los enlaces que propones.
    chao

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