Yo he entrado en el edificio con prisas. Ahí en el vestíbulo estaba esperando Eduard Punset. No me esperaba a mí, por supuesto. Él esperaba a su editor y yo iba a una visita de obras.
Como si nada me he acercado y le he saludado con total familiaridad y le he dado dos besos.
Estaba enfrascada en mis cosas, pensando en la reunión que iba a empezar ya, recopilando detalles y dándole vueltas a algunos cabos sueltos.
Ha sido una reacción emocional... puesto que mi cerebro racional estaba ocupado, quien ha dado la señal de alarma ha sido una parte no consciente y me ha saltado el automático: ¡conozco!, ¡le tengo afecto! me acerco, beso.
Punset me resulta una figura familiar (le he visto un montón de veces en la tele) y he leído con placer varios de sus libros (es decir, es como si hubiésemos hablado mucho), y me despierta simpatía. En mis archivos emocionales ocupa un lugar parecido a ese tío lejano, sabio, algo excéntrico y entrañable que todos hubiésemos deseado tener.
He pasado del reconocimiento-via-archivos-emocionales a la acción, filtrando racionalmente demasiado tarde... no es la primera vez que me ocurre.
Pero como el tío lejano, sabio, algo excéntrico y entrañable que merece ser ha encajado Punset mi afectuoso saludo y mi cierta turbación posterior al arrebato afectivo. Un señor.