Edward Blake Edwards. Anatomy. |
"La puesta en el sepulcro"
Carlos Martínez Rivas
Cuando ya no me quieras.
Cuando ya no me quieras
y no podamos estropear nada
porque nada estará vivo y confiado.
Cuando tú te hayas ido
y yo me haya ido
y los de la música se hayan marchado
y el portón se cierre
(dentro pasan el largo fierro por la argolla
asegurando con la correa el cerrojo,
y soplan los candiles
y las mechas se quedan humeando);
diremos: "Algo se ha perdido.
No mucho. Nunca es mucho. Pero
algo esencial –un culto, un lenguaje,
un rito— está perdido".
Cuando hayamos dejado de ser esto que somos:
pareja expuesta al dardo,
mal avenida pero bien enlazada,
y nos dispersemos en otros círculos
y nos disipemos en otras charlas;
habrá quien diga: "Aquí dos seres carmesíes
se atraparon. Los vimos
balancearse estremecerse oscilar
retornar a la seguridad
y caer".
Para entonces, el zumbido del tractor
volverá a oírse desde el fondo del llano.
Las chorejas del guanacaste caerán
con su golpe seco frente al portal.
Pero esos rumores de la vida
nos llegarán por separado,
y otro será tu sol
y otra luna será mi luna.
Cuando ya no me quieras.
Cuando en la reunión tus ojos
al encontrar los míos ya no digan:
"Aguarda a que termine con esta gente,
pero mi corazón te pertenece".
Cuando en las sucesivas fases de tu errabunda
búsqueda femenina
ames a otro:
y te descalces delante de otro cetro
y te desveles bajo otra antorcha
y triturada por otros trapiches trasiegues
el poder que yo te trasmití;
pensaré agudamente: "Ya se le agotará.
¡Y entonces vendrá a mí y no le daré más!"
Y así siga por el mundo y a través de los días
rumiándote en el hosco destierro,
granitizándome en la frustración y el orgullo
como un mendigo sobre un pedestal.
Remontando el obstruido pasado
como un sucio canal maloliente en el crepúsculo:
"Aquí estuve brutal.
Ahí comenzó el desierto.
En aquel banco trató de herirme.
Tal día…"
Y así te evoque. Así conjure tu sombra
agujerándola de flaquezas y máculas.
Cuando ya no me quieras
y yo ya no te tema.
Cuando contentadizo, trivial, inadecuado
para la soledad y la amargura
yo mismo haya olvidado –cuando
ya no me quieras— que me quisiste;
garras y mantos
de mujeres: Furias como Pietás,
Erinias disfrazadas de monjas
me depositarán
en la obscura y helada tumba que me busqué.
Ahoj,
ResponderEliminares precioso y doloroso...
Besinos, Ra
Si, querida, bien lo sabemos.
ResponderEliminar¿Cuándo haces escala en Bcn y nos tomamos unas birras?
¡Cuanta diversidad de corazones! ....
ResponderEliminar¡Y más que no he sabido dónde poner! es un tema recurrente ;-)
EliminarPrecioso poema pero desconcertante. Me gusta el último corazón, lleno de color y al que se van sumando, a modo de mosaico, recortes y reflejos de lo que prefiero interpretar como vida intensa.
ResponderEliminarSaludos!
Me tendrías que explicar que es lo que te desconcierta. Aunque el tono del poema sea un tanto siniestro y dramático (pero la pasión siempre es un tanto dramática, ¿no?) es un poema de amor, no de desamor. A mí me parece escrito desde la plenitud, con vistas al temor de que aquello desaparezca...
EliminarPero, claro, la poesía es de quien la lee, y cada uno proyecta en ella lo que necesita, lo que debe. Por eso me encanta compartirla con vosotros y que aparezcan en los comentarios nuevos puntos de vista, más matices, distintas lecturas. Es lo mejor.