
En navidad mi familia se reúne en la casa de mis padres en el Pirineo. Reunión del clan con convivencia de 24h, lo que lo hace aún más meritorio, son desayunos, comidas y cenas a tutiplén. No hay escape, no puedes huir luego a tu propio espacio para descomprimir hasta la siguiente sentada: me toca dosis de familia reconcentrada.
Sí, en Navidad todos rescatamos al niño que llevamos dentro, y eso, precisamente, puede ser muy peligroso, porque esos niños interiores son pequeños resentidos, envidiosos, cabrones y ávidos egoístas que no atienden a razones y reclaman para sí el trozo más grande del pastel.
Nunca me ha extrañado que en Navidad haya asesinatos.
Pese a todo lo hemos sobrellevado bastante bien.
Y enseñando a mi madre a usar el escáner que le hemos regalado (son remarcables su interés y ganas con lo de internet a sus 76 tacos), me encontré esta foto, que me pareció muy tierna. Era diminuta y tramada, no la he podido mejorar más.
Se trata de la tienda de mi familia, una tienda de pueblo de aquellas en las que se vendía de todo, como en las del oeste, con la decoración de Reyes en el año 1937.
Ese buzón de rey mago de cartón piedra aún está en el desván de la casa, y recuerdo que me daba pánico entreverlo en la sombra lleno de polvo cuando yo era pequeña.
Me impresionó la sobriedad y escasez de la juguetería disponible, no se ve muy bien, pero yo puedo reconocer:
En el ángulo superior izquierdo los bastidores para bordar, debajo las muñecas de cartón y los juegos de cocinas de hojalata... incluso una mandolina!, sección chicas.
Abajo los triciclos, un caballito y unas carretillas, y a la derecha, detrás de las maletitas para ir al cole (tengo fotos con batita escolar y una de esas) unos juegos de carpintería con nivel, martillo y sierra... sección chicos.
Delante del buzón del rey hay un estante metálico con algunas chucherías y los saquitos de carbón de azúcar.
Y ya está.
Ese era el catálogo de sueños infantiles posibles de nuestros padres.
Nuestros hijos están tan sepultados por objetos disponibles y continuamente ofrecidos que yo no sé ya si les queda espacio para anhelar.