Vacaciones en Menorca. Ahora que mis hijos ya son mayores y no se despiertan temprano, ahora que podría dormir hasta las tantas… son los perros de mi amiga los que me despiertan cada día temprano. Son tres, y por la noche los dejamos dentro de casa para que no alboroten al vecindario, pero a la que ya hace un rato que ha amanecido están inquietos y necesitan salir al jardín… Se revuelven y empiezan a gemir, a penas un poco, discretamente, pero lo suficiente para despertarme.
Aprovecho para desayunar sola y disfrutar del frescor de la mañana, del silencio en el que se distingue el romper de las olas, de la transparente luz de esta primera hora.
Todo está en calma y aún adormecido, pero en la casa de al lado ya hay un jardinero haciéndole la manicura a las palmeras, serrándoles todas las hojas muertas. Lo observo encaramado a una palmera muy alta, él es un hombre joven y ha ascendido el primer tramo con una escalera, luego se sostiene con un cinturón, trepa contra ella abrazándola. De oficio: peluquero de palmeras.
Los vecinos tienen un jardín civilizado, con su gravilla, su piscina, su césped y sus palmeras recortadas. El de Mariona es un jardín espontáneo, desde siempre lo han dejado crecer a su aire, intrincado, con sus mimosas retorcidas, su buganvilla, el pino y su única palmera salvaje, al natural. Un descanso de sombra y frescor en las horas inclementes del mediodía.
Hace un par de días hizo mucho viento, y nuestra palmera fue una sinfonía.
¿Os habéis fijado alguna vez en que cada árbol tiene su música? Son como arpas al viento. Hay árboles silenciosos y árboles cantarines, árboles charlatanes y otros de pocas pero contundentes palabras. Me gusta escucharlos.
Entre los más rumorosos al menor soplo están mis preferidos, los chopos, que emiten un sonido ligero y algo ácido. También son muy musicales los sauces llorones que con el viento susurran y encadenan largas frases fricativas y armoniosas, envolventes. Y los álamos.
Las palmeras necesitan un viento un poco fuerte, pero entonces rumorean a gusto, aunque su canto es un poco inquietante, porque es crujiente y tiene algo de amenazador…
La vida urbana está continuamente expuesta a tanto ruido que, por pura necesidad, nos abstraemos y acostumbramos, nos volvemos sordos al rumor de fondo. Si estáis de vacaciones, aprovechad para sentaros debajo de un árbol, abrir de nuevo los oídos y escuchar su canto. Es gratis y es hermoso. Curativo.
En Octubre andaré por Menorca unos 10 días. También será curativa tu guia :-)
ResponderEliminarMmm... ¡Qué relajada se te intuye! Un post poético, aunque el consejo de "aprovechad para sentaros debajo de un árbol"... El último que hizo caso de semejante recomendación durante sus vacaciones descubrió la ley de la gravedad. ;-)
ResponderEliminarGracias Arati por tu post...Es una maravilla oir los sonidos de la naturaleza, y más aún, el silencio, concentrarte en él, relajarte...Estoy deseando irme de vacaciones. Yo voy a oir el sonido de la montaña, en los pirineos, en medio de la nada...Disfruta y descansa
ResponderEliminarYoriento: Menorca, como París, siempre es buena idea, en cualquier época del año.
ResponderEliminarAnna: Y si eliges una palmera, que no sea un cocotero... mejor unos dátiles.
Lorena: Los pirineos es un buen lugar para oir el viento en los árboles, ahí sí que se puede escuchar el silencio.
A tod@as: Disfrutad de las vacaciones, del no tener que hacer nada más que vivir y respirar. En cuanto a los árboles, para un apuro sirven también los de los parques urbanos, sólo hace falta un poco de viento y ganas de oirlos.
Tienes razón, Arati, los árboles cantan... pero también bailan, así que cuando los oigas no cierres los ojos y observa cómo se bambolean... ¡qué envidia me das! :)
ResponderEliminarFrancesca: Ahora ya estás tú de vacaciones... espero que encuentres la ocasión de acercarte a contemplar la naturaleza, en danza o sinfonía. Disfrútalo mucho.
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