Que no siga leyendo quien espere unos "bellos poemas", Isla no es dulce ni amable en su poesía -ni pretente serlo-, más bien el suyo es un trago seco y ardiente que te quema la garganta:
"aislado del amor cualquier coño es violento"no es un verso que se recuerde por su musicalidad y elegancia, pero... se recuerda. No se puede leer Coño azul y quedarse igual que antes, pasarlo indiferente.

Ahí van unos poemas de este libro que, aviso, no son aptos para todos los públicos.
Noche del 10 al 11 de octubre de 1993
Dos guardias de seguridad hacen su ronda minucio-
sa por los pasillos blancos de la clínica.
Van pasando de un control a otro,
de una enfermera a otra,
experimentando unos instantes de poder y de
heroísmo.
Su sueldo no incluye la pasión
por el contacto con los moribundos.
Sus uniformes nunca estarán manchados.
Van pasando de una niebla a otra,
Cerrando las farmacias,
oliendo la noche y los alientos,
cazadores de carne,
antinaturales inquilinos de este espacio fantasma.
Ellos aún no conocen la descarnada figura de la muerte
cuando viene de espaldas, dura,
por el pasillo.
Caerán cierto día en la cama de alguna habitación,
transformando el uniforme en pañal de celulosa
y moverán las varillas de la cama pidiendo
sangre y agua,
su viejo revólver del pasado,
el poder y el vigor
que esta noche detentan.
17 de diciembre de 1993
Cuando paso por los pasillos limpios de ginecología
veo a las mujeres desnudas y sin pechos sobre las
blancas camas.
Todas vivas aún bajo la malvada inocencia del cáncer,
rodeadas de flores y pasteles se disuelven en la luz
de la tarde
mientras la masa indefinida de la enfermedad va
creciendo como miles de seres sin conciencia y sin frío.
Mi oscuro corazón de cansada enfermera va cerrando
las puertas de sus habitaciones.
La muerte sigue también detrás de mí.
Una mano me alcanza:
Señorita.
Muerte de un niño
(5 de enero de 1994)
Es misterioso ver morir a un niño enfermo.
(La piedad no existe para quien observa la belleza).
Su corazón continúa deslumbrando la cama. Durante el dulce
ejercicio del pecho desnudo, la boca contiene una profunda
sombra que alienta todavía.
No pesa nada un niño cuando se está muriendo. Es una leve
pluma que va cayendo a un patio y, como cae la nieve, se
aposenta en la noche.
¡Oh pequeño empujado! ¡Rey deshaciéndose, valientemente
serio!
Tus lívidos temblores aún están recibiendo las palabras queridas.
Tus dedos casi azules quieren tocar el aire.
Por obra de la luna un almendro florece.
Al lado de la cama ya hay vibración de hierba.
El polvo de la muerte te ha cambiado los ojos y caes,
sin movimiento, al último latido.
(La piedad no existe para quien estudia la belleza).
Guardia del 5 de abril de 1995
Ya no soporto la miseria de la noche.
Me espanta este lugar de animales medio muertos,
su anatomía ahogada de excrementos y de gasas que
se lleva mi corazón a un pozo de jeringas.
Los médicos se levantan de su sueño y vagan por las
habitaciones
confundiendo los agujeros de las heridas y las córneas.
Las visionarias enfermeras pisan en vano la sílaba
lejana de la misericordia y el amoníaco.
¡Oh, la noche!
Esta noche deseo un corazón más catatónico para
deshacer el oscurísimo lamento de la ira.
Deseo que el anochecer y el amanecer sea un movimiento
vertiginoso que me aleje de este desesperado deber.
Donde estoy, la noche es tan larga y tan maldita
como un reino de errores y de sal.
Las limpiadoras
(19 de mayo de 1995)
Impasible, dura, triste, preservada del desprecio,
asisto a la limpieza de la habitación.
Las dos mujeres, imantadas, por el ojo negro
de la bolsa van echando cucharas, frascos,
peladuras de fruta, pan y sombras.
Nada llama su atención. Los enfermos son otra
basura en movimiento.
¡Oh, vosotras, a quien no puede el dolor de
los escombros,
la picadura de la melancolía. el tiempo de la angustia!
Salen hablando, riendo,
se pierden por el pasillo de los pasos perdidos.
Han marcado la habitación con el olor boreal de la lejía.
Mi padre, paciente y distinguido, domina todo
el reino de la madrugada.
Mi uniforme de enfermera le limpia el corazón.
(29 de mayo de 1995)
La enfermedad une más que amor.
Aquí, los paseantes pálidos,
van atravesando sus pérdidas y se arriman,
unos a otros,
como huérfanos despedazados por la luna.
Tuvo una página web, pero al parecer ahora está ilocalizable. Ha publicado los libros de poemas:
- Cráter (Provincia; León, 1984)
- Lianas (Hiperión; Madrid, 1988)
- Crímenes (Libertarias; Madrid, 1993)
- Diario de una enfermera (Huerga & Fierro; Madrid, 1996)
- La Pasión (Exlibris ediciones, s.l; Madrid, 1998)
- plaquette Como cuando coges una trucha en las manos (Piratas; Fuenteheridos, 1998)
- Feroces. Radicales, marginales y heterodoxos en la última poesía española (DVD; Barcelona, 1998).
- Amor tirano (premio Hermanos Argensola 2002, DVD, Barcelona).
Si aún tienes ganas de más, aquí puedes leer algunos de los poemas de Amor tirano