Aquel invierno llovió todos los lunes.
Por lo menos así es en mi memoria.
Me había inscrito a un curso -unos créditos se diría ahora- de restauración que se daba los lunes por la mañana en el Museo de Cerámica, en el Palau de Montjuic. En la segunda o tercera planta de lo que ahora es el MNAC y por aquel entonces era un caserón siniestro al que no iban los barceloneses (nada aún de escaleras mecánicas ni exposiciones estrella) y que apenas era visitado por los escasos turistas de esa Barcelona muy preolímpica.
Hace muchos años ya, y aquel invierno llovía todos los lunes. Por lo menos en mi memoria.
Siempre que me acerco al Mnac me sigue estremeciendo el recuerdo de la desaparecida Sala Oval.
La sala sigue estando ahí, claro, restaurada, útil y flamante, pero ya no es la mía. Cuando voy hago como que no la conozco, me empeño en no reconocerla, la trato de usted, como si fuese otra.
Y es que es otra.
Una de esas mañanas lluviosas, tras recomponer un plato medieval, o un asa de jarra, o algo así, me perdí por el museo, vagabundeé, curioseé.
No había nadie, aún no era horario de abrir al público, o tal vez los lunes no abrían, no sé. Pero no había nadie.
Me encantaba poder deambular libremente por ese laberinto.
Y en un rincón había una cortina que medio ocultaba una puerta. Y la puerta esta entreabierta.
Me asomé, claro.
Y ahí detrás... había... no sé, ahí detrás descubrí... lo inesperado.
Porque ahí detrás en lugar de un cuartito como tantos o un armario de trastos, lo que se abría en la penumbra, con todos sus ventanales cubiertos por lonas que bandeaban con la tormenta, medio derruido y lleno de escombros era un espacio... magnífico, histórico, sacro, descomunal, dramático.
Me quedé por unos momentos sin respiración, anonadada. No tenía ni idea de la existencia de la Sala Oval, no esperaba semejante monstruo tras la puerta, no podía ubicar aquello que acababa de descubrir: ¿qué era eso? esa forma... parecía un circo romano, pero, no claro, cómo iba a ser un circo si estaba cubierto... ni nada romano.... si sabía que el Palau Nacional era de construcción bastante reciente... pero era tan grande, con esas gradas, tan solemne... ¿qué hacía aquello ahí?.
Atónita contemplaba sin comprender nada, oyendo el gotear de la lluvia, dejándome devorar por el monstruo dormido, fascinada por la pura belleza de ese lugar desmesurado y olvidado de todos, abandonado a su esplendor derruído.
Me gustaba pensar que ya nadie se acordaba de ella, que ya nunca nadie más la recordaría, que se perdería la memoria de que estaba allí, agazapada en su enormidad, de que había existido alguna vez. Me gustaba pensar que me pertenecía a mí únicamente, que se había escondido durante años tras esa cortina polvorienta de terciopelo granate sólo para que yo la descubriera.
Sigue perteneciéndome.
Aún, a veces, la visito en sueños.
Por supuesto, no he podido encontrar una foto de "ella" entonces, de cuando la conocí.
Esta del inicio de las obras es lo más parecido que he localizado: pónganle oscuridad, derribos y sorpresa, quítenle las máquinas y los hombres, reconstruyan mentalmente toda la mitad que no se ve (es realmente grande) e imaginen encontrarse eso inesperadamente detrás de una cortina.
Bonito y evocador post. Mi descubrimiento de la sala oval es mucho más pueril y vulgar ... fuí a una cena de empresa :-(
ResponderEliminarEi! Saps que ara m'hi haurás de dur i m'hauras de dar la mà mentre les dues tancam els ulls per fer-m'ho veure amb els teus, no?
ResponderEliminar(rollo matrix ,per dir algo ciènciaficcioónenc, però a la "derribos" :D)
Magnífico el post, has logrado que las sensaciones que experimentaste en esta visita sean vívidas para el lector. Pues la sala oval ahora parece una macro superficie…hay que mirar al techo para perderse en su alma. Yo creo que la sala aquella debe existir todavía, quizás era el escenario de reuniones por parte de alguna sociedad secreta…Me ha venido un aroma de Arthur Machen [¿lo conoces?]. Hay que averiguar en qué se ha convertido…quizás de noche…con un par de linternas…
ResponderEliminarPrecioso! como siempre! Sobre todo has conseguido transmitir tan bien! tu emoción y tus recuerdos.
ResponderEliminarFíjate, que has avivado mi curiosidad, y estoy por darme un paseíto y entrabrir la puerta...
Un abrazo
Precioso!
ResponderEliminarYo, como Luis, descubrí la sala Oval con una cena de 'empresa', más bién tendría que decir una cena de 'universidad'.
Recuerdo que la sala es impresionante, trasmite un respeto especial... pero es fría, distante.
Supongo que en tu época quizá estaba más sucia, vieja y abandonada... pero más cálida y cercana.
Saludos.
Gracias por venir a leer, por imaginar conmigo.
ResponderEliminar@luis.tic616 y @MarcG pues tampoco me parece tan mal motivo una cena para descubrir cualquier lugar, aunque sea "de empresa".
De todos modos el espacio es tan desmesurado que mejor algo más modesto para cenar, no? y con menos gente pero que sea de la que de verdad te gusta ;-)
@Tona por em fa imaginar-te al MNAC, a saber què els faràs a aquelles icones tan serioses del romànic... és broma, nina, quan vulguis ens hi arribem i t'ho explico tot i tot.
@Cumclavis fué tu mención del Mnac lo que me evocó el recuerdo, "como lágrimas en la lluvia" que ahora ya no se perderán porque las habéis compartido conmigo.
@Lorena, no creo que te puedas asomar ya desde el tercer piso, pero la Sala Oval está abierta y restaurada ahora. Suele tener expos de fotografía, está la tienda... en fin, ya no es aquello, pero si entrecierras los ojos igual puedes ver su antiguo fantasma.
Hay lugares y momentos que se quedan para siempre grabados en nuestra alma. Algunos vemos cosas imperceptibles para los demás, son nuestras y se viven en una soledad necesaria y terrible.
ResponderEliminarGracias por hacernos sentir un poco menos solos.
Un abrazo
@Odilas unas tenemos una sala desmesurada y en ruinas, otras tienen un periplo por las islas griegas y por su propio mundo interior... y en la web nos los intercambiamos.
ResponderEliminarMacedonia emocional, qué buen postre, suculento y necesario.
Gracias por venir y comentar!