Hace un par de semanas me fugué un finde a Madrid. Tenía compromisos con buenos amigos y aproveché para darme un paseo por el Prado, Caixaforum y el Reina Sofía.
De cuanto vi, que fue mucho, lo que más me llamó la atención fué la exposición de Martín Ramírez, (1895-1963).
Estaba ya agotada y lo que me impulsó a subir a la tercera planta a ver esa exposición de un desconocido fue que me pareció reconocer en el dibujo del folleto algunos rasgos del Beato de Liébana.
Admito que iba predispuesta a decepcionarme con alguna modernez basada en esa iconografía que conozco bien y que tanto amo, en especial el ejemplar de la Seu y el de Fernando I de la Biblioteca Nacional.
No era el caso, no me decepcionó sino que me resultó deslumbrante el obsesivo y minucioso trabajo de Martín Ramírez y su peculiar odisea personal. Jornalero mejicano, ferroviario, emigrante, perdido en la calle se le diagnosticó esquizofrenia y fue internado en el Hospital Estatal DeWitt, en Auburn, California, donde se dedicó a dibujar de modo obsesivo. Estuvo internado en distintas instituciones hasta su muerte.
Y sea por su formación católica o por que lo hubiese visto en alguna ocasión, sigo opinando que algo sí tenía que ver con el beato:
Atanasio Ramírez, sobrino nieto del pintor, comenta que “ante la falta de materiales, Martín recolectaba de la basura papeles arrugados, hojas de revistas, sobres, cartas, periódicos y los pegaba con una pasta que él mismo elaboraba con papa, avena y con su saliva. Hacía grandes pliegos, pues algunas de sus obras medían tres o cinco metros. También utilizaba crayones, gises, acuarelas, e incluso jugos de frutas y fósforos en lugar de carboncillo”.
¡Tienes razón! y seguro que ni siquiera conocía su existencia... muy interesante el post Judith, gracias por compartir el descubrimiento, desde luego, si voy por allí no me lo pierdo.
ResponderEliminarSabes, me recuerda a lo que dibujan los chamanes de algunos lugares del sur de América .... que curioso.
ResponderEliminarGracias
Curioso hecho el que la obra de un hombre que vivió en la calle, enfermo mental, y con tantos problemas, acabe de forma póstuma exhibida en el Reina Sofía. ¿Es que la muerte de los autores refirma la importancia de sus obras?
ResponderEliminarMuy bueno el post, ¡interesantísimo!
MAXIMO
http://barriendogarabatos.blogspot.com/
@Francesca Me gustaría pensar que en alguna ocasión Martín pudo ver una lámina del Beato, una reproducción. Se sabe que Martín Ramírez provenía de una zona y familia de gran raigambre católica y las imágenes del Beato son tan especiales que una vez las has visto las reconoces siempre jamás.
ResponderEliminar@Juana Aprecio especialmente el románico y el gótico, y me gustan en lo que coinciden con el arte antiguo y primordial de todos los pueblos: son esencialistas.
No intentan reproducir con exactitud el aspecto "externo" de las cosas, su apariencia, sino que intentan reproducir su esencia, su perspectiva no es naturalista sino emocional y categórica: las figuras principales son mucho más altas que las secundarias, no como en la realidad visual, sino como en la realidad emocional.
Y son sintéticos, también; creo que por ello los dibujos tribales tienen asombrosos rasgos comunes entre ellos, aunque se hayan producido en tiempos y lugares muy distantes: la realidad básica de la humanidad es siempre la misma, los tótems y los arquetipos son muy similares.
Puede que sea esa la única conexión entre Ramírez y el Beato, un cierto primitivismo y una sintonía en el modo narrativo.
@Max: Por supuesto. Si eres un autor y quieres mejorar la cotización de tus obras lo mejor que puedes hacer... es morirte.
;-)